España es sacudida por una crisis institucional debida a las sospechas de amplia corrupción de la clase política



Saturno devorando a sus hijos - Goya

España está sacudida por una oleada de sospechas de corrupción de su clase política. Desde los papeles de Barcenas, el caso Gürtel, la imputación de Oriol Pujol, al escándalo de los EREs, pasando por el estrambótico caso Amy Martín. Son sólo una muestra de la podredumbre moral de quienes piden enormes sacrificios a los ciudadanos, mientras les saquean impunemente.

Democracia no es votar cada cuatro años o seguir unas siglas o una ideología como borregos o fanáticos. Democracia es sentir en tu corazón, con la sinceridad de uno en sí mismo, no de puertas afuera, los ideales de libertad, justicia, tolerancia y ética.

Ser borrego o fanático es fácil. Ser ciudadano responsable, pensar por uno mismo, comprometido con una sociedad o un mundo mejor es lo difícil. No puede haber auténtica democracia si no hay tolerancia, si no hay ética, si no hay transparencia. Si no hay honradez en definitiva.

Hemos dejado que el sistema se terminara pudriendo por completo. No hemos creado una sociedad civil fuerte, estructurada, han podido más los particularismos y las envidias. No tenemos una sociedad con la fuerza de exigir un gobierno como dijo Lincoln, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Pero nunca es tarde si la dicha es buena.

Lo primero, para hacer una limpieza en casa es saber donde está la suciedad. Ese es el primer paso. Y eso es bueno.

En nuestra mano está salir de la crisis, aunque no lo creamos. Primero, destapando todos los casos de corrupción. Tolerancia cero frente a los corruptos. Segundo, priorizar gastos, prohibido tocar discapacitados, paro, pensiones, sanidad y educación, mientras no se acabe con todo el gasto escandaloso de la casta y sus negocios (que es tan brutal que no hará falta tocar ningún gasto social). Tercero, lucha contra el fraude fiscal. Cuarto, inversión en I+D y ayuda a emprendedores. Quinto, yo que sé…

Pero lo primero es claro: acabar con la corrupción.

Rajoy ya está tardando en dimitir, no porque lo dijera Rubalcaba, sino porque es lo normal en países civilizados y democracias avanzadas.

El Sr. Montoro, ministro para olvidar, azote del funcionariado y del pequeño comercio con unos resultados más que pésimos, hace días que lo debiera haber hecho cuando se supo que Bárcenas se benefició de su maravillosa amnistía fiscal.

Pero aquí en España, nuestros políticos ni tienen vergüenza, ni la conocen. La corrupción es ampliamente tolerada por la casta política. Y por el pueblo, parece ser que también.

El gobierno felipista de FILESA, MALESA y TIME SPORT ganó las elecciones.

El gobierno valenciano de la Gürtel ganó las elecciones.

El gobierno andaluz de los EREs ganó las elecciones.

Y suma y sigue…

Con esto no quiero decir, por supuesto, que todos los que fueron en esas listas estaban corrompidos, ni la gente que les votó. Pero las candidaturas tenían fuertes sombras de sospecha. Y como dijo Octavio Augusto, la mujer del Cesar no sólo ha de ser buena, sino también parecerlo.

Los políticos españoles no tienen vergüenza, pero los españoles tampoco la tenemos por tolerar la corrupción, votando a vulgares trileros.

Prefiero que ganen los míos aunque sean corruptos y mentirosos. No es la primera vez que oigo esta lamentable frase.

En lo que no cambie nuestra forma de pensar, vamos a seguir siendo los mismos tercermundistas.

De poco valdrá la apertura de un proceso constituyente, con el que estoy de acuerdo, si antes no cambia nuestra mentalidad de cenutrios.

Jaime Arroyo


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